12 de julio de 2013

Hay un 'sano envejecer', pues el envejecimiento no es enfermedad


Antonio Gómez Díaz es un anciano de 85 años. Es soltero "de vocación", como siempre anota cuando se le pregunta al respecto; y añade con ironía y machismo: "lo mejor es disfrutar de las mujeres sin comprometerse". Fue catedrático de Histología en la Universidad de Palma de Mallorca, donde logró formar a múltiples discípulos que triunfaron en otras universidades, de Alemania, España, Estados Unidos, Japón y el Reino Unido.

Antonio Gómez Díaz fue muy querido por sus alumnos de Medicina, como profesor y como ciudadano. Se enfrentó a los partidos políticos y a sus corruptos productos (los políticos), y también a la Iglesia Católica ("oficial" remarcaba siempre, pues siendo ateo mostró y muestra enorme respeto por las creencias religiosas sinceras). En lo científico no dejó títere con cabeza, especialmente contra "los vendedores de humo", como los denominaba y denomina; empezó en su juventud, antes de la universidad, continuó como estudiante universitario en Salamanca, no cejó como profesor en Palma de Mallorca y todavía a sus años publica una columna semanal en el "Diario de Mallorca". Escribe sobre los excesos de la Medicina en general, pero particularmente sobre los excesos en el diagnóstico. Le hierve la sangre especialmente cuando los abusos llegan a la "prensa seria en papel". Así define los periódicos, a los que es adicto. No hay día en que se pierda "La Vanguardia" y "El País", además del "Diario de Mallorca". Como muestra sirva un botón, su columna dedicada al "Hay un sano envejecer, pues el envejecimiento no es enfermedad". La copiamos literalmente para que el lector se haga idea del pensamiento de Antonio Gómez Díaz.

"Hay un sano envejecer, pues el envejecimiento no es enfermedad"

"Llamamos 'enfermedades inventadas o imaginarias' a situaciones fisiológicas transformadas artificialmente en problemas de salud. En inglés se suelen denominar 'non-diseases'. El invento no es moderno sino antiguo, empleado como forma de dominación por los brujos y hechiceros de las tribus. Cuando algo deviene enfermedad cae bajo el ámbito de la Medicina. Con ello da valor al trabajo de los médicos, y a sus actividades y productos. En la actualidad, la actividad creadora de enfermedades crece como la mala hierba en todos los campos. Los médicos abandonan su papel de sanadores para convertirse en comerciantes, que todo lo venden

Sociedades "industriales", que no "científicas"

En su papel de comerciantes se alían los médicos clínicos con los académicos, y ambos con los "expertos" y las sociedades "científicas" (muchas de estas existen sólo por y para los intereses comerciales, lo que transforma su sobrenombre de "científicas" es un verdadero exceso).

La diversas industrias emplean el crédito de los médicos para vender sus productos, y no lo hacen gratis; pagan desde congresos al alquiler de las sedes de las sociedades "científicas" y crean una suerte de "cuadra" de líderes de opinión que van de actividad en actividad y de ciudad en ciudad vendiendo las "buenas nuevas" (cambiantes y a veces hasta opuestas; el cinismo es la base de estos vendedores de humo que pasan por "expertos"). Las industrias son las farmacéuticas, tecnológicas, de alimentación y otras.

Muchos lectores piensan sólo en las industrias de medicamentos, que de hecho tienen una imagen por el suelo, comparable a la de los políticos y sus partidos, similar a las industrias del tabaco. Pero conviene no olvidar las industrias de la tecnologías (aparatos de análisis, de radiología, de imágenes en general, de fisioterapia, de respiradores y más), de la alimentación (hoy en día los alimentos empiezan a ser medicamentos, que "bajan el colesterol", "refuerzan los huesos", "mejoran las defensas", etc.), de la gestión (esas que promueven la privatización sin fundamento científico, por ejemplo) y otras (de productos desechables como mascarillas y guantes, de productos de higiene y más).

"Non-diseases"

En 2002 la prestigiosa revista "British Medical Journal" repitió un ejercicio realizado por primera vez en 1979, sobre la opinión de estudiantes, académicos y médicos clínicos acerca de un listado de "enfermedades inventadas" ("non-diseases"). Como era esperable, en ambas ocasiones el envejecimiento se vio como una condición que no era enfermedad pero que se podía medicalizar con facilidad

Envejecer es permanecer y, simultáneamente, son las huellas que deja el paso del tiempo. Hay cambios morfológicos y fisiológicos que llevan a una menor capacidad de adaptación y de cambio ante los dinámicos eventos externos e internos. Envejecer es expresión del triunfo temporal sobre la muerte, pues sólo envejecen los que sobreviven. Envejecer es sano. Envejecer es expresión de salud, una oportunidad de disfrutar de la vida. Se habla de "envejecimiento activo", que se refiere a la participación individual y colectiva en actividades cívicas, culturales, económicas, espirituales, lúdicas, políticas y sociales. Estas actividades contribuyen a mejorar la calidad de vida de los que envejecen.

Hay muchos intereses industriales en las enfermedades imaginarias, y especialmente en transformar el proceso fisiológico y gozoso del envejecer en un proceso patológico, doloroso y enfermizo. Hay muchos intereses académicos y clínicos, hay mucho mercader en ello. Hay mucho dinero, un gran mercado.

Vejez y medicamentos

Los buenos médicos clínicos ya saben que no se puede "envenenar" a los ancianos "empastillándolos". No se puede emplear un medicamento (¡o varios!) para cada mal. El objetivo es que el anciano tome cuatro medicamentos distintos al día, como máximo.

Sabemos que en el anciano hay una redistribución de masa corporal, con aumento de la grasa (el 18-36%) y disminución del músculo. Por ello los medicamentos lipofílicos tienen mayor acción, al aumentar su vida media; por ejemplo, los neurolépticos, antidepresivos y benzodiacepinas. Conviene reducir sus dosis.

También disminuye el contenido en agua (el 10-15%) y aumenta la concentración consiguiente de medicamentos como digoxina, diuréticos y litio. Conviene reducir sus dosis.

Los niveles de albúmina sérica bajan el 15-20% en ancianos frágiles y/o malnutridos, lo que aumenta la fracción libre y activa de muchos medicamentos, como fenitoina, ácido valproico y flunazepan. Conviene reducir su dosis.

La actividad hepática decrece en los ancianos, lo que aumenta la toxicidad de muchos medicamentos que se metabolizan en el hígado. Por ejemplo, morfina, metoprolol, verapamilo, amitriptilina, citalopran, sertralina y venlafaxina. Conviene reducir sus dosis.

Por supuesto, también disminuye el filtrado glomerular que se compensa con una menor masa muscular para mantener niveles normales de creatinina, por lo que se precisa medir el aclaramiento de la misma para valorar adecuadamente el problema.

El médico clínico prudente valora estas circunstancias y muchas otras, pues no es lo mismo el anciano de 90 años frágil y muy enfermo que el sano anciano de la misma edad, robusto y fuerte. Es esperable una cierta "resiliencia del anciano", esa resistencia a la enfermedad y al sufrimiento, que tanto llama la atención del médico joven

Ejemplo de mercaderes en el templo

A veces hay espectáculos increíbles en el campo de las enfermedades imaginarias, o "non-diseases". Ninguno como el reciente en el "Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares", en Madrid

Como escribió literalmente el periodista, también confabulado para convertir el envejecer en enfermedad:

"Se juntan un cardiólogo, dos neurólogos, una oncóloga y un experto en envejecimiento y ocurre que se ponen de acuerdo. No es un chiste. En ciencia a veces se dan estos milagros, como se puso de manifiesto ayer en una sesión sobre envejecimiento en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares. La mezcla de especialistas no era casual. A partir de los 75 años, cánceres, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas representan el 61% de las causas de fallecimiento de los españoles, según reflejan los datos del Instituto Nacional de Estadística. La idea que subyace es que el envejecimiento es, en sí mismo, una enfermedad, y que las otras son manifestaciones de una base común. Algo que geriatras y profanos sospechábamos hace tiempo" [cursivas en negritas, del autor].

En el texto se incita a una prevención sin límites (¡incluso prevención del envejecimiento en sí mismo!), que se supone sólo tiene problemas de coste. No parece haber daño en las propuestas. Todo se pinta de rosa, al tiempo que se prometen cosas imposibles. Se infunde miedo ante el envejecer, que dicen comienza a los 20-30 años.

Por supuesto, ha habido reacción ante tamaña barbaridad. Por ejemplo, de Sergio Minué, profesor de la Escuela de Salud Pública de Granada

Juan GérvasLo dijo el poeta: "¿Murió? No, acabó, que empezó a morir cuando nació". En ese sentido somos un "ser para la muerte". Pero llenos de vida, de salud, de amor, de amigos, de sexualidad y de sexo, de buenos y de malos ratos, y de felicidad y sufrimiento. Envejecer a partir de los 20-30 años es tener salud a chorros, por más que "renqueemos" de algo (hemorroides, diabetes, esquizofrenia, desempleo, psoriasis, insomnio, etc.). Cabe salud a toneladas mientras cargamos la mochila con algunos kilos de enfermedad. Envejecer es una oportunidad de disfrutar más de la vida.

Que no le amarguen los años esos mercaderes, esos vendedores de humo que habitan mercados de nombres rimbombantes.
Así sea".

Como cronista de "El Mirador" en Acta Sanitaria doy fe de que el contenido de este texto refleja fielmente la sección semanal del 1 de julio de 2013 de Antonio Gómez Díaz, en el "Diario de Mallorca".

Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org) mpf1945@gmail.com @JuanGrvas

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