Cuentan las leyendas que en Bolivia, hace
tiempo, un político decidió dar una paga extra a todos los ancianos. La
cantidad era enorme, suficiente para que los entusiasmados y agradecidos
ancianos formaran colas ante las oficinas bancarias. Cantidad
suficiente, también, para que se movilizaran vistosamente las
prostitutas en torno a los varones viejos, en las colas. Atraídos por
las jóvenes putas, tras haber cobrado, muchos ancianos dieron rienda
suelta a su alegría con actividad sexual esporádica pagada. Es de
suponer que aquello contribuyó a su felicidad. Desde luego, también
provocó una epidemia de muertes súbitas durante el coito, con el
consiguiente escándalo social. Algunos ancianos no pudieron sobrellevar
el esfuerzo coital y murieron sobre las putas, literalmente.
Un periódico lo tituló "muerte a lo tigre"
(agarrando a la víctima). En ese tiempo, pues, hubo una epidemia en
Bolivia de "muerte a lo tigre".
Es epidemia el aumento inesperado de casos en
una población y un tiempo dado. En ese sentido fue epidemia el aumento
de muertes de varones ancianos durante la actividad sexual con
prostitutas en Bolivia. La causa de la causa de dicha epidemia fue el
populismo de un presidente de Bolivia que quiso asegurarse el voto de
los ancianos. Por buscar el voto provocó muertes gozosas (pero muertes,
en todo caso).
El término "epidemia" tiene gran impacto
social, como el de "pandemia". Por ello se sobreutilizan, para asustar, y
se adornan con adjetivos varios, para asustar más. Así, por ejemplo,
hay "epidemias silenciosas", "pandemias terribles" y "epidemias
ignoradas", tipo diabetes, melanoma, osteoporosis, gripe, "violencia de
género", glaucoma, cáncer de próstata y demás. Da miedo esa manipulación
de la realidad, ese meter el susto en el cuerpo para hacer negocio, ese
asustar para ganar en importancia.
Hay, claro, increíbles epidemias de increíbles cánceres. Sobre todo, hay increíbles epidemias de "vencedores del cáncer".
"Voy a pelear por la presidencia honoraria de los que vencieron al cáncer"
Cristina Fernández es la actual Presidente de
Argentina. Cristina Fernández es mujer de izquierdas, viuda de Nestor
Kirchner. Cristina Fernández se operó de cáncer de tiroides en el
Hospital Austral, privado, del entorno del Opus Dei.
El médico de cabecera de Cristina Fernández
es un cirujano, no un médico general. Ante un nódulo en tiroides
aconsejó una PAAF, una punción aspiración con aguja fina, que se envió a
un "centro diagnóstico". Nada se hizo, pues, como al común de los
mortales argentinos. Cristina Fernández es mujer de izquierdas y rica, y
no utiliza el sistema público. La punción llevó al diagnóstico de
carcinoma papilífero, y se preparó todo para su extirpación. La
Presidente, con ánimo y coraje increíbles, se declaró dispuesta a
combatir el cáncer y a vencerlo; dijo: "voy a pelear por la presidencia
honoraria de los que vencieron al cáncer".
Ahí le apoyaron los sindicatos de izquierdas,
y muchos más; incluso se paró una huelga, para sumarse al entusiasmo
combativo frente al cáncer. Hubo seguidores que acamparon en el exterior
del Hospital Austral, para apoyar a su Presidente. "Todos juntos contra
el cáncer". Declaraciones de afecto, declaraciones de apoyo,
declaraciones de soporte y declaraciones de "vencedores del cáncer"
Tener o no tener cáncer
Como es natural, el diagnóstico de carcinoma
papilífero de tiroides en la Presidente provocó una epidemia de
intervenciones de médicos en los medios de comunicación argentinos. Una
explosión de consejos y consideraciones sobre la necesidad del cribado
del cáncer de tiroides. Una revisión en vivo y en directo de la
anatomía, función y patología del tiroides. Y, claro, por consecuencia,
una epidemia de consultas a sus médicos de pacientes sanos, inquiriendo
por "el cáncer de tiroides", ecografías y demás.
Nada como la entrevista televisada a Cecilia
Rosetto, actriz recientemente operada de tiroides también por carcinoma
papilífero, que aconsejó fervientemente el cribado del cáncer de
tiroides, y achacó el aumento de su incidencia al uso del teléfono
móvil.
La Presidente fue sometida a una
tiroidectomía total, "por precaución". Y no se encontró ningún cáncer.
En el informe leído por el portavoz presidencial se dijo "El estudio
histopatológico definitivo constató la presencia de nódulos en ambos
lóbulos de la glándula tiroides de la Presidente, pero descartó células
cancerígenas....De acuerdo a este favorable diagnóstico, el equipo a
cargo considera que el tratamiento quirúrgico es suficiente, no siendo
necesaria la administración de yodo radiactivo".
O sea, sin necesidad han mutilado a la
Presidente, y la han convertido en una enferma de por vida, pero todo
está bien porque termina bien, ¡sin necesitar yodo radiactivo! (mutilada
y enferma la Presidente, pero "sin cáncer").
No importa el error médico, importa el
descaro en su explicación. No importa el sobrediagnóstico en la
Presidente, importa su impacto en la nación.
Se podría haber hecho una hemitiroidectomía, e
incluso se podría haber dejado el cáncer papilífero en paz. Pues,
incidentalmente, la mayoría de las personas tienen un carcinoma
papilífero de tiroides, sin que pase nada. Hay cálculos de que hasta el
60% de los que mueren por otras causas tienen células cancerígenas en
tiroides, sin que pase nada.
Ese cáncer es un cáncer histológico (bajo el
microscopio), casi nunca biológico (que mate). O no se desarrolla, o
desaparece solo.
Hay, ciertamente una epidemia de diagnósticos
de cáncer de tiroides, pero no ha aumentado (ni disminuido) la
mortalidad por cáncer de tiroides (muy baja, del 0,6 por 100.000 en
España). El peligro es, pues, el médico que diagnostica, no el cáncer.
Epidemia de "vencedores de cáncer" (de sobrevivientes al médico)
Lo de Cristina Fernández fue en Argentina,
pero algo parecido le pasó al actual Secretario General del PSOE, en
España, que cuando Ministro de Interior le hicieron un PSA: estaba
aumentado, le biopsiaron la próstata, no hubo nada de cáncer...¡pero le
produjeron una septicemia que requirió cuidados intensivos!. Otro
sobreviviente, pues, al médico y sus procedimientos diagnósticos.
Si se hacen autopsias a pacientes varones
muertos en accidente de tráfico, el 10% tiene cáncer de próstata,
incluso entre los jóvenes de veinte años. Y claro, llega al 80% en los
ancianos, y al 100% en los varones que mueren con 100 años. Quizá haya
que tener una próstata normal, con cáncer, para llegar a ser centenario.
Desde luego, para llegar a centenario lo que hay que evitar es el contacto innecesario con el médico.
Hay que negarse al cribado con el PSA, y más
al tacto rectal, tan indigno y sin fundamento científico, como la
citología de cuello de útero y la exploración vaginal. Tener o no tener
cáncer de próstata depende del número de biopsias de próstata; con 6
biopsias, tienen cáncer de próstata el 25% de los pacientes; en los
mismos pacientes la incidencia sube al 40% con 13 biopsias. Son cánceres
que no se desarrollan, o que desaparecen solos.
La epidemia de cáncer de próstata es tan
falsa como la epidemia de cáncer de tiroides. Aumentan los diagnósticos
pero apenas ha aumentado (ni disminuido) la mortalidad por cáncer de
próstata. Lo que aumenta es la actividad de los urólogos (y la venta de
las prótesis de pene, el uso de pañales y demás, para remediar
incontinencias e impotencias, consecuentes a las intervenciones).
Pasa
lo mismo con el melanoma, que aumenta donde se hacen biopsias. O con el
cáncer de mama, que se incrementa donde se hacen mamografías. Es decir,
donde hay actividad médica innecesaria. Actividad que diagnostica
cánceres histológicos (bajo el microscopio), no biológicos (que maten).
Son cánceres que no se desarrollan, o que desaparecen solos.
Con esta actividad médica febril, cada día
aumenta la incidencia de los cánceres, y los "sobrevivientes al cáncer",
una epidemia. Naturalmente, es una epidemia tan falsa y dañina como
todas esas epidemias silenciosas e ignoradas. Dañan y producen miedo,
meten el susto en el cuerpo.
Son ya millones los "sobrevivientes al
cáncer" que, en realidad, son "sobrevivientes al médico". Ellos se suman
al clamor de esos médicos mercaderes, a los que ciega el brillo del
negocio y la arrogancia de la prevención del cáncer. Clamor sobre
clamor, más cribado, más actividad diagnóstica, más falsos cánceres, más
"sobrevientes al cáncer"...en un círculo infernal que llegará a afectar
al 100% de la población, ¡una verdadera pandemia!.
¡Pobres pacientes! ¡Pena de sociedad manipulada!
Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org)