17 de enero de 2015

Doce avances que frenan la muerte


La mortalidad infantil se ha reducido considerablemente. En 1990, más de 12 millones de niños en los países en desarrollo murieron antes de cumplir cinco años. En 2012, la cifra había disminuido casi a la mitad: a 6,6 millones, según datos del Banco Mundial. Lo que sigue son 12 de los avances que han mejorado las posibilidades de supervivencia. Algunos se han consolidado en la última década, otros representan el presente y el futuro.

1. Incubadoras para todos

                                   Incubadora MOM de bajo coste. / JAMESDYSONAWARD.ORG



Al nacer, los bebés empiezan a enfrentarse al mundo. Y para algunos llega la primera batalla. Los prematuros necesitan ayuda para adaptarse al nuevo medio y la tecnología médica es su aliada. Algo tan común en los países desarrollados como las incubadoras todavía son difíciles de encontrar en buena parte del planeta. El recién licenciado en la universidad de Loughborough (Reino Unido) James Robert se encontraba un día frente a su televisor y se topó con un documental de la BBC sobre la alta mortalidad infantil en los campos de refugiados sirios. Así lo cuenta él para describir el germen de su creación: una incubadora portátil y considerablemente más barata que las que encontramos en los hospitales (unos 300 euros frente a 33.000). El artilugio está diseñado para consumir la menor energía posible y mantenerse encendido hasta 24 horas sin electricidad gracias a una batería. La incubadora MOM todavía está en fase de estudio, su creador espera que se convierta en habitual en los campos en 2017, y acaba de recibir el premio Jame Dyson, valorado en algo más de 40.000 euros, que cada año se otorga a los “ingenieros del futuro”.

2. Bolsitas salvavidas



Niños etíopes reciben una ración de alimento en bolsas. / KIMBERLY FLOWERS (USAID)


Leche en polvo, cacahuete, aceite, azúcar. Ingredientes que podrían aparecer en la etiqueta de cualquier bote de crema de cacao, pero que en realidad han contribuido a salvar de la desnutrición a miles de niños afectados por terribles hambrunas. Los alimentos terapéuticos preparados, Plumpy Nut como marca comercial, son bolsitas que contienen una especie de pasta que aporta 500 calorías al niño. La idea surgió en la mente del doctor André Briend que tuvo su particular revelación cuando desayunaba Nutella. Bastan dos raciones al día de 92 gramos para alejar el fantasma de la desnutrición. Daniel Martínez, pediatra de Médicos Sin Fronteras (MSF), destaca que el uso de estos saquitos ha reducido en un 90% la hospitalización de los pequeños. “Antes se utilizaba la leche en polvo, que requería agua potable con la que mezclarla, algo de lo que no siempre se dispone, controles gigantescos y personal especializado”.


3. Piel con piel



Una joven dominicana cuida a su hijo con el método canguro. / ORLANDO BARRIA

El método canguro ha seguido en camino inverso al habitual. Nació de la escasez, de la falta de incubadoras para asistir a los recién nacidos con bajo peso. El pediatra colombiano Edgar Rey desarrolló en los setenta una, en principio, sencilla técnica que consiste en unir piel con piel a los bebés con uno de sus progenitores. El mecanismo se basa en tres componentes: control termal, de alimento y la posibilidad de una respuesta inmediata ante complicaciones. Daniel Martínez de MSF recuerda un caso de 2011, en un campo de refugiados en Kenia. “Ella era muy joven, 14 años, acababa de tener mellizos prematuros y no los aceptaba. Así que aplicamos la técnica canguro. Cuando se marcharon del hospital, pesaban dos kilos cada uno”. Martínez advierte de que no es tan fácil como apretujar al bebé contra el pecho un ratito: “Tienen que permanecer así al menos doce horas al día, muy pegados. Hace falta una enfermera que se ocupe de un máximo de cinco mujeres, porque ellas también necesitan apoyo”. Un estudio de Oxford Journals destaca que en la primera semana de vida se produce una reducción significativa de la mortalidad si se comparan los resultados de la técnica canguro con el cuidado estándar. “Si el método alcanzara una mayor cobertura a través de la implementación en los niveles más bajos del sistema sanitario, el millón anual de muertes de niños prematuros se reduciría sustancialmente”.

4. Nada mejor que el alimento materno



La lactancia materna mejora la salud de los niños. / C. BAUTISTA

Los estudios son unánimes en las ventajas de la alimentación materna. Reduce en el niño un 14% la probabilidad de tener un colesterol elevado y un 22% la de sufrir obesidad o sobrepeso. Favorece además una mejor presión sanguínea y un correcto desarrollo neurológico. En el caso de la madre, esta práctica disminuye el riesgo de sufrir cáncer de ovarios y mama y diabetes. Y sin embargo, la falta de una política de lactancia en la mayoría de los países y la desinformación son obstáculos para cumplir la recomendación de la OMS de alimentar exclusivamente de leche materna al bebé en sus primeros seis meses de vida. Algo que trata de promover a través de diferentes programas. En España la tasa de lactancia es del 68% en las seis primeras semanas de vida, una cifra que se desploma hasta el 24% en el primer medio año. Este índice varía mucho en función de los países, de su cultura y de la incorporación de la mujer a la vida laboral. En Estados Unidos el porcentaje de bebés que se alimentan exclusivamente de leche materna en los primeros seis meses es del 13%. En Ecuador este porcentaje se eleva hasta el 40%, en India, es del 46%, en Alemania es del 22% y en Mozambique del 36%. Todos los datos provienen de la base de datos de la OMS sobre la nutrición infantil que recoge las estadísticas nacionales de cada país.

5. La importancia de la vitamina A

Cuando se administra vitamina A a una población carente de ella, el riesgo de mortalidad infantil desciende entre un 12% y un 23%. Un dato aportado por Iniciativa micronutriente, una de las organizaciones que participa en el programa de Unicef destinado a reducir los efectos de la falta de este componente en los niños. La organización lo puso en marcha en 1997. La vitamina A es esencial para el funcionamiento del sistema inmunológico y la falta de ella es un problema mundial que afecta a 250 millones de niños en el mundo según la OMS. Desde que comenzó a abordarse el problema, el 70% de los menores de cinco años en los países prioritarios consume al menos dos dosis anuales de vitamina A. “Llevamos años intensificando estas campañas, combatir este problema nos puede ayudar a prevenir otras enfermedades como la diarrea o la polio”, explica desde Nueva York, Theresa Díaz, especialista en Salud de Unicef.

6. Ni un niño sin vacuna



Un niño recibe la vacuna contra el sarampión en Costa de Marfil. / OLIVIER ASSELIN (UNICEF)

Evitar las muertes de niños debido a enfermedades que a día de hoy tienen cura ha sido uno de los principales objetivos de todos aquellos que luchan contra la mortalidad infantil. Las inversiones del Banco Mundial para los países en vías de desarrollo han permitido la vacunación de casi 600 millones de niños entre 2003 y 2013. En Burkina Faso, por ejemplo, el 100% de la población ya cuenta con acceso gratuito a la vacunación y en Ghana esta cobertura ha ascendido al 79%. ¿Imaginan lo que significa que el sarampión pueda seguir siendo mortal en algunos países? En 2012 hubo 122.000 muertes por este motivo en todo el mundo. Catorce niños por hora fallecieron por una enfermedad curable. Sin embargo hay un motivo para la esperanza: las cosas han cambiado en la última década, la mortalidad por esta causa se ha reducido un 78% desde 2000 y hoy por hoy el 84% de los bebés reciben esta vacuna. “Aún no podemos comparar los datos con los de los países desarrollados, pero poco a poco estamos reduciendo esta brecha”, asegura Theresa Díaz. Más cifras para la esperanza. La poliomielitis se ha reducido en un 99%, en 2013 solo se diagnosticaron 416 casos. Siempre según datos de la OMS. Esta afección incide especialmente en los menores de cinco años, que pueden llegar a sufrir una parálisis que acabe causando la muerte. De 125 países en los que la enfermedad era endémica, hemos pasado a tres (Afganistan, Nigeria y Pakistán). En los últimos 26 años se ha vacunado contra esta enfermedad a más de mil niños al día, según Unicef.

7. Los antígenos llegan más lejos

La dificultad para trasladar las vacunas allí donde son necesarias o de conseguir que los niños lleguen hasta los centros donde se administran han supuesto un freno a su implantación. Sin embargo, en los últimos años se han desarrollado nuevos métodos para conseguir que las vacunas lleguen más lejos. Por ejemplo, ahora las de tétanos y meningitis pueden aguantar hasta cuatro días fuera de la cadena del frío y soportar temperaturas de hasta 40 grados. También se ha evolucionado en los sistemas para aplicarlas, como explica Daniel Martínez de MSF, que pone como ejemplo pharma-jet, un aplicador “semejante a un boli” que puede utilizar cualquier “personal sin un entrenamiento médico especial” y que reduce el riesgo de infecciones.

8. Redes contra el paludismo



Mosquitera impregnada en insecticida para luchar contra la malaria. / REVS+

Algo tan sencillo como una tela que cubre el lugar en el que se duerme puede salvar vidas. Y de hecho lo hace. El Banco Mundial repartió entre 2003 y 2013 150 millones de mosquiteros en los países más pobres para defender a los niños del paludismo o malaria. Esta enfermedad causa la muerte de una quinta parte de la población infantil en África. Las condiciones de vida allí dificultan en la mayoría de los casos una mínima protección contra los mosquitos, por eso, estas redes tratadas con insecticidas son fundamentales. Unicef asegura que la mortalidad infantil se puede reducir un 20% si se duerme con ellos. Según el Informe mundial sobre el paludismo 2011, el 96% de las personas que tienen acceso a mosquiteros, los utilizan. Y esto, junto con otras medidas, ha permitido que en los últimos 14 años se haya reducido un 25% el número de fallecimientos por esta causa. Sin embargo, cada 30 segundos muere un niño por malaria en el mundo. Uno de los avances, lo señala el pediatra de ISGlobal, Quique Bassat, actualmente en Mozambique: son los tests diagnósticos rápidos de malaria. Son pruebas baratas (cuestan menos de un dólar) y fáciles de usar. En pocos minutos, indican con exactitud al médico si está ante un caso de paludismo o si es una fiebre común.

9. Suero de rehidratación oral

En ocasiones, la solución está en casa. Aunque en los países en vías de desarrollo en los que no siempre hay un fácil acceso al agua, no sea tan sencillo. El suero de rehidratación oral puede fabricarse en casa uniendo agua hervida, azúcar y sal. “Con su distribución a amplia escala, la mortalidad asociada a diarrea ha caído de forma significativa en los últimos años”, afirma Bassat. Un estudio de la Universidad de Oxford asegura que este simple tratamiento puede reducir hasta en un 93% el número de muertes por diarrea, una afección que causa 1,7 millones de fallecimientos cada año.

10. La comadrona, la mejor aliada


Una doctora realiza un examen ginecológico en India. / SERENA DE SANCTIS

El momento del alumbramiento es crítico para muchas madres que siguen sin contar con la asistencia adecuada, porque no tienen acceso a ella o porque optan por una matrona no cualificada. Ante esta situación, Save the Children es tajante en su informe sobre comadronas de 2011 Missing Midwives: “Impedir que las mujeres y los niños mueran en el parto es un imperativo moral”. Numerosos estudios demuestran que aumentar el número y formación de matronas podría generar una rentabilidad 16 veces superior al dinero destinado si nos referimos a vidas salvadas y cesáreas evitadas. Según el informe El Estado de las Parteras en el Mundo 2014, elaborado por la ONU, más del 92% de todas las muertes maternas y neonatales se producen en 73 de los 75 países más pobres, pero solo el 42% del personal para atender a las mujeres en el parto se concentra en estas zonas. La falta de acceso a estructuras médicas y en algunas ocasiones, una fuerte tradición de parteras tradicionales, impiden una correcta atención a las mujeres a la hora de dar a luz. El informe de la ONU recoge también que 20 de esos países han aumentado la contratación de parteras y 13, han preparado planes para regular esta labor.

11. Cilindros de oxígeno

La falta de oxígeno (hipoxia) es una causa importantísima de fallo respiratorio y muerte en los niños en sus primeros días de vida. Es un fenómeno que se encuentra muchas veces relacionado con otras graves afecciones que sufre la infancia. Para solucionar este problema hay dos opciones con sus ventajas e inconvenientes. A menudo el aire se administra mediante grandes cilindros, caros, y costosos de gestionar. “Los concentradores de oxígeno lo "fabrican" a partir del aire, y por tanto son una fuente teóricamente inagotable, son caros, pero salen a cuenta cuando usados regularmente”, explica Quique Bassat. El problema: es necesaria una red eléctrica fiable que no en todos los países en vías de desarrollo existe.

12. La advertencia del brazalete

Un sanitario monitoriza el estado de nutrición de un niño en Sudán del Sur. / UNICEF


Once centímetros son los que miden la frontera entre la vida y la muerte. Los brazaletes MUAC (por sus siglas en inglés) consisten en unos sistemas de medición del antebrazo para determinar instantáneamente el grado de desnutrición de los niños inferiores a cinco años. El rojo representa el riesgo más severo. Daniel Martínez, de MSF enumera las ventajas de este sistema: “Supone un gran ahorro de tiempo en momentos de sobrecarga de trabajo y evita problemas como el ajuste de la báscula”.


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MIS PRIMEROS MIL DÍAS

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3 de enero de 2015

Ébola en 2014: La vergonzosa respuesta internacional ha costado la vida a miles de personas


Médicos Sin Fronteras hace balance anual de la crisis de Ébola y advierte de que la epidemia sigue fuera de control y de una falta de respuesta eficaz y adaptada sobre el terreno. La lenta y escasa respuesta al brote de Ébola durante al año 2014 ha puesto de manifiesto la falta de voluntad política de los países con más recursos. Así lo ha manifestado Médicos Sin Fronteras (MSF), organización médico-humanitaria que, desde comienzos de año, advirtió de la severidad de una epidemia que a día de hoy sigue fuera de control en África occidental.


MSF acudió a Guinea en marzo para actuar contra el brote de esta fiebre hemorrágica que, por primera vez, surgía en África occidental. El Ministerio de Salud cifró entonces en 59 las muertes a causa de la enfermedad. Además, comenzó a realizar el seguimiento en países vecinos: Sierra Leona y Liberia.

En abril, Médicos Sin Fronteras avisó de que aquella era una crisis sin precedentes. Por varios motivos: era la primera vez que afectaba a un país de aquella zona, se estaban dando casos simultáneamente en diferentes lugares del país, y había llegado a ciudades muy pobladas. La cepa del virus, además, resultó ser la Zaire, la más agresiva y mortal. Y pronto comenzaron a reportarse casos en Sierra Leona y Liberia.

Para junio, enfermos de Ébola habían sido identificados en 60 lugares diferentes de los tres países afectados. La epidemia estaba fuera de control y Médicos Sin Fronteras era la única ONG que facilitaba tratamiento a los enfermos. Para la organización resultó imposible responder a la gran cantidad de nuevos casos y nuevos focos.

MSF construían nuevos centros de tratamiento y facilitaba a los ministerios de salud material para apoyar la construcción de otros, además de organizar programas de capacitación. La organización, desbordada, reclamó ‘una movilización regional excepcional’ para controlar la epidemia ya que las autoridades políticas, religiosas y los líderes de la sociedad civil estaban fallando a la hora de reconocer la magnitud de aquella crisis.

Era necesario un esfuerzo de la OMS y de los países fronterizos y lejanos que pudiesen aportar y desplegar en la zona los recursos necesarios acordes a la epidemia. La financiación era importante, pero sobre todo eran necesarios hospitales, personal médico cualificado y formado sobre cómo tratar el Ébola, y recursos humanos para intensificar el seguimiento de los contactos entre pacientes sospechosos, además de realizar actividades de sensibilización entre una población desbordada y vencida por el miedo y el desconocimiento.

En julio, durante una reunión en Accra, Ghana, MSF insistió a la OMS, a 11 ministros de la región, y a varias organizaciones internacionales en tomar medidas para aplicar de manera efectiva todas sus promesas. Para agosto, y ante el imparable avance del virus, MSF continuó ampliando sus proyectos en los países afectados, además de comenzar a apoyar de forma técnica a las autoridades en su lucha contra el Ébola en las ciudades de Lagos y Port Harcourt, en Nigeria, y en Dakkar, Senegal, lugares a los que había llegado el brote a finales del mes de julio y hoy ya libres del virus, gracias a la rápida respuesta y a las mejores infraestructuras sanitarias.

MSF gestionaba entonces cinco centros de aislamiento con un total de 415 camas, y empleaba a 1.800 trabajadores locales. Sin embargo, seguía al límite de su capacidad. El número de pacientes aumentaba a un ritmo mucho más rápido del que los equipos podían gestionar. Pese a que a comienzos del mes la OMS había declarado este brote como ‘emergencia sanitaria internacional’, la respuesta internacional seguía siendo nula y desde la organización se incidía en lo desolador que resultaba que cinco meses después de la declaración del brote, se iniciasen entonces las discusiones sobre liderazgo y coordinación internacional.



La OMS publicó su hoja de ruta para acabar con el brote en seis o nueve meses, mientras la crisis del Ébola había pasado a ser una crisis humanitaria que necesitaba otro tipo de respuesta a gran escala: gran parte del sistema sanitario de los países afectados había dejado de funcionar debido al miedo de los médicos, enfermeros y pacientes al virus. La gente moría a causa de enfermedades prevenibles, accidentes, malaria o partos desatendidos o mal practicados.

El 2 de septiembre, la Dra. Joanne Liu, presidenta internacional de MSF, reclamó ante las Naciones Unidas el despliegue urgente de equipos internacionales especializados en amenazas biológicas. El fracaso de los líderes mundiales frente a la epidemia era inaceptable, y la crisis quedaba al cargo de ministerios de salud sobrecargados y en ONG como Médicos Sin Fronteras, que no podían responder de la manera adecuada. “El mundo está perdiendo la batalla contra el Ébola”, dijo entonces.

En el terreno, la situación seguía al límite. Pese a que MSF seguía aumentando sus centros de tratamiento, los pacientes formaban colas en las puertas de los mismos, y la organización, desbordada, comenzó a hacer algo que jamás en su historia había hecho: mandar a gente enferma de vuelta a sus hogares.



El 18 de septiembre el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas declaró la epidemia como “una amenaza para la paz internacional”. Con la llegada de casos de Ébola a EE.UU o España, se dispararon las alarmas en los países con más recursos. El virus, que hasta entonces había sido casi obviado por los gobiernos, las sociedades y los medios de comunicación occidentales, ocupaba entonces todas las portadas y los debates en los congresos. MSF incidía mientras tanto en que para evitar más casos como aquellos, había que enviar ayuda y recursos a los países más afectados por el brote. El foco del problema permanecía y permanece en África occidental.

El 9 de septiembre, MSF pidió a través de una carta al Gobierno español el envío de recursos y personal cualificado, el establecimiento de un puente aéreo en Canarias y apoyo en las evacuaciones médicas del personal que pueda infectarse durante la lucha contra epidemia. Peticiones que, a día de hoy, no han tenido respuesta ni se han visto implementadas, pese a que el 25 del mismo mes el Pleno del Congreso de los Diputados realizó una declaración institucional aprobada por todos los grupos parlamentarios instando al Gobierno a utilizar todos los medios disponibles para unirse a la respuesta internacional al brote de Ébola en África occidental.

En octubre, diversos informes de la OMS lamentaban la falta de camas, de equipos médicos y de laboratorios de análisis, así como la falta de compromiso por los actores internacionales para llenar los vacíos que existían sobre el terreno. Otros informes hablaban del crecimiento exponencial y sobre la previsible duplicación de casos en periodos de 20 días y lanzaban previsiones aterradoras para 2015. “No hacía falta escribir estos artículos epidemiológicos; si los líderes políticos tuvieran un mínimo de sentido común entenderían que los retrasos de semanas en la ayuda aumentan exponencialmente los casos y las necesidades” afirma José Antonio Bastos, presidente de MSF España. “Si el mundo hubiera respondido con contundencia desde el principio, hubiésemos frenado el brote hace ya meses. Se han perdido miles de vidas por culpa de una respuesta internacional lenta, descoordinada y mal adaptada”.








Mientras la ayuda internacional llega poco a poco, la epidemia sufre variaciones, y la respuesta carece de adaptación para cubrir esos cambios, como ya indicó la organización en noviembre. A comienzos de diciembre, tras anunciar que albergará ensayos para tratamientos experimentales de Ébola en tres de sus centros en África Occidental, MSF advirtió del riesgo de un posible doble fracaso en la respuesta internacional al Ébola, ya que los Gobiernos extranjeros se han centrado principalmente en la financiación o en la construcción de centros de tratamiento, dejando que sean las autoridades nacionales o las ONG quienes los doten de personal, a pesar de que no siempre cuentan con la experiencia necesaria para hacerlo. Además, factores esenciales para una respuesta al Ébola como la sensibilización y la aceptación de la comunidad, los enterramientos seguros, la localización de contactos o la alerta y vigilancia que siguen faltando en algunas zonas de África occidental.

“Un año después, estamos por detrás de la epidemia, pese a que el Ébola es una enfermedad que, si se ponen los recursos adecuados sobre el terreno, no es compleja de erradicar”, asegura Bastos. Y advierte: “La epidemia debería terminar en 215, pero dependerá de los esfuerzos de la comunidad internacional que esto ocurra más pronto o más tarde. Miles de vidas se han perdido ya. Debemos evitar que otros seres humanos corran la misma suerte”.